Adán
y Eva, Solos en el Paraíso. Viajando con Nolka
En la teoría del desarrollo a Escala humana , la “Plasticidad espacio-temporal” se presenta como satisfactor fundamental en la dimensión existencial del “Estar”. El “estar
solo con la pareja que se ha escogido “libremente”
para darte el gusto de explorar nuevos escenarios para la magistral obra de tu
vida “la pareja”.
Viajar en pareja, además de ser una de las experiencias que permite conocer
al otro(a) bajo situaciones de estrés: “Nos dejó el avión”, el taxi que no
llega , se olvidó el pasaporte , no alcanza la plata, que llevarle a las tías
,las suegras, las primas , las hermanas , amigas del uno y del otro, todo
“contra reloj”, sexo de último momento, etc. Me considero un viajero, no un “turista[1]”
porque me propongo no exponerme a las agencias de turismo que imponen guías y
recorridos fríamente calculados para sus
mezquinas fines económicos y que
principalmente acorralan y aíslan al turista, de la vida real de los lugareños.
Comer en los restaurantes populares, caminar como si fueras nacional, experimentar
un poco de miedo al transitar de manera imprevista o encontraste e frente con lugares
indeseables y salir del sitio, enriquecido tal como dice sabiamente Constantino
Kavafis en su obra “Ítaca”, experiencias que te dejarán una sonrisa en el rostro cuando
veas algún souvenir colgado en alguna habitación de
tu casa.
Ítaca.
Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en loa emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperlas y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.
(Constantino Kavafis, 1863-1933, Poesías completas,
XXXII)
En un viaje en pareja siempre se espera algo del otro, nunca es una experiencia
desprovista de un cierto interés de recibir la caricia especial que no se
practica en la cotidianidad habitual. Hay que aprovechar al máximo, estar solos
en el paraíso, sin ningún familiar que dé la opinión que no hemos pedido, o que
aparezca tras nosotros en la playa desierta que pensábamos solo para los dos.
El paraíso es efímero, no puede durar para siempre, pero siempre puede ser
reconstruido en aquellos viajes en los que nos escapamos de la vida real. Te
permiten conocer a tu pareja de una manera diferente y son experiencias
realmente únicas. Hacer el amor de
viaje, nunca se compara con la rutina de la sexualidad cotidiana.
Noche Perfecta
Se
despertaron, uno abrazado al cuerpo del otro, tras una noche que no les había
alcanzado para amarse lo suficiente.
Se Hizo corta la noche y les perseguía la
madrugada envidiosa que se paseaba inquieta frente la puerta de la cabaña
,junto a los nativos chismosos que no dormían alimentándose de las fuerzas de
los amantes.
Se entregaron
sus cuerpos, solamente al placer silencioso, eterno, perfecto. Fueron
perfectas sus miradas, sus caricias, caricias
únicas, hechas a mano una a una.
Los
gemidos retenidos henchían el pecho y aumentaba su placer .Sus labios
incesantemente humedecidos por los besos pasionales no se cansaban de
prodigarse la más tiernas caricias que aun los dioses envidiaban.
Fueron
perfectas las uniones de sus cuerpos, las miradas, pero sobre todo el
contacto de sus dedos sobre sus pieles de ébano. Ébano puro cultivado en los
mejores campos a orillas de ríos caudalosos, bajo el sol benigno del trópico.
Cuerpos
perfectamente acoplados, hechos el uno para el otro desde tiempos sin memoria.
El café
no fue hecho con leña ni pudieron levantarse con el alba, ni el mar les abrió
sus brazos esa mañana .Pero esa noche fue perfecta.
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